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careta
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- ↑ «Diccionario de la lengua española Edición del Tricentenario Actualización 2022». Consultado el 5 de julio de 2023.
- ↑ Diccionario enciclopédico popular ilustrado Salvat (1906-1914).
- ↑ Lommel, Andreas (1981, 1970). Masks: Their Meaning and Function. London: Ferndale Editions. p. Introduction, after Himmelheber Afrikanische Masken. ISBN 0-905746-11-2.
- ↑ Bortolot, Alexander Ives (October 2003). «Idia: The First Queen Mother of Benin». Heilbrunn Timeline of Art History. New York: The Metropolitan Museum of Art. Consultado el 25 de marzo de 2007.
- ↑ Lommel (1970), capítulo: "Japan".
- ↑ Libro de las Máscaras
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SARRERA DESBERDINA:
Máscara
Una máscara o careta es una pieza normalmente adornada que oculta total o parcialmente el rostro. Las máscaras se han utilizado desde la antigüedad con propósitos ceremoniales y prácticos.
La palabra «máscara» está relacionada con la palabra masque en francés o maschera en italiano. Los posibles antepasados en latín (no clásico) son mascus, masca = «fantasma», y el 'maskharah' árabe = «bufón», «hombre con una máscara». El Diccionario de la Real Academia de la lengua indica que el término en español deriva del italiano maschera, y este del árabe masẖarah 'objeto de risa'.[1]
Se trata de una simplificación ornamental. Lo visible se reduce a los elementos básicos que transforman un rostro en máscara. Y la máscara es a su vez una representación, cargada de intenciones y simbolismos, convertidos en arquetipos que son parte del inconsciente colectivo e individual y representan los temores y aspiraciones de una civilización
Aunque a la máscara también se le llama “careta” es importante aclarar que esta se usa exclusivamente para cubrir el rostro y disimular los rasgos de la cara. En algunos países hispanoamericanos se les nombra careta de soldador a unas máscaras hechas de plástico negro, con una ventanilla de vidrio oscuro o sombreado, que cubre parcialmente la cara de la persona que suelda objetos metálicos con Soldadura De arco eléctrico, para evitar los efectos nocivos de la luz radiante que se produce durante el proceso del arco.
Los etnólogos sitúan el nacimiento de la máscara en el momento en que se produce la auto-conciencia –conciencia de uno mismo–. Su uso se remonta a la más lejana antigüedad, encontrándose entre los egipcios, griegos y romanos. Los griegos las empleaban en las fiestas dionisiacas; los demás en representaciones escénicas.
En la Edad Antigua, las máscaras y los hombres estaba estrechamente vinculado con los animales y con su mundo circundante, usaban las máscaras para relacionarse con ellos; conoce el miedo a las fuerzas por las que se encuentra amenazado: una tempestad, un animal salvaje o espíritus, por lo que considera necesarios símbolos y escudos protectores. Este sentimiento recae en todo el entorno y en que a todos los seres se les concede fuerzas sobrenaturales y sobre ellos se proyectan contenidos inconscientes; en consecuencia, se “personificaran” para influir en las fuerzas demoníacas.
Entre los griegos y romanos, las máscaras eran una especie de casco que cubría enteramente la cabeza y además de las facciones del rostro, tenía pelo, orejas y barba habiendo sido los griegos los primeros en usarlas en sus teatros a fin de que los actores pudieran semejarse físicamente al personaje que representaban.
En Grecia, la máscara no solo va a infundir temor, sino, también, alegría de vivir. Las fiestas rituales van a dejar paso a las representaciones teatrales; marcando así, una distancia entre ella misma y quien la porta.
Durante el Renacimiento tuvieron un auge inesperado con la comedia dell’arte italiana, siendo las máscaras notablemente burlescas para estas comedias de improvisación con un repertorio fijo de personajes y esquemas básicos argumentales —por lo tanto arque típicos—: arlequines, pierrots y colombinas, entre otros, que podían decir impunemente la verdad. Con todo, el mayor empleo de la máscara tenía efecto en el siglo XVI, en Italia y, sobre todo, en Venecia, durante el Carnaval.
Las primeras máscaras se hicieron de corteza de árbol, luego fueron de cuero forrado de tela y por último las hacían de marfil o de madera para que tuvieran más consistencia y texturas más reales. Desde el siglo XVI al XVIII las damas adoptaron las máscaras con el nombre de antifaces para resguardarse del sol.[2]
Las máscaras se usan en funciones rituales, sociales y religiosas, donde los participantes las usan para representar las figuras espirituales o legendarias. En algunas culturas también se cree que el usar una máscara permitirá que el portador tome las cualidades de la representación de esa máscara; es decir, una máscara de leopardo inducirá al portador a convertirse o actuar como leopardo.
Permiten a su vez una unión entre la divinidad, los vivos y los muertos; entre sus antepasados y él mismo; es decir, que la máscara recoge este conflicto del hombre con la muerte. El cambio de identidad en el usuario de esa máscara, es vital, porque si el espíritu representado, no reside en la imagen de la máscara, el ritual en el que se use, será poco eficaz, y las plegarias, ofrendas y peticiones, no tendrán significado ni sentido. Pueden funcionar para contactar poderes espirituales de protección contra las fuerzas desconocidas del universo y el triunfo de la vida.
La persona que usa la máscara también está en una asociación directa con el espíritu, por lo que corre el riesgo de ser afectado por él. Así como el creador, el portador debe seguir ciertos procedimientos para protegerse, así como manifestar su respeto. De alguna manera es un actor en colaboración o cooperación con la máscara. Sin su actuación, sus posturas, los pasos de la danza y la sucesión de esta, la máscara quedaría sin la fuerza vital completa.
Las máscaras pueden funcionar para contactar poderes espirituales de protección contra las fuerzas desconocidas del universo y el triunfo de la vida. En otras ocasiones, invocación a las fuerzas de la guerra.
En México y Centroamérica, la mayoría de las ciudades tienen nombre cristiano y nombre indígena, por ejemplos, Tianguistenco, Santiago Tianguistenco, o Santa María Axixitla. Todos los santos cristianos tienen un día específico en el año dedicado a ellos, y cada ciudad típicamente tiene un festival durante ese día, implicando la combinación de las tradiciones cristiana e indígena. Estos festivales incluyen con frecuencia los desfiles y teatro callejero donde actúan una historia. Las máscaras y los trajes de estos festivales se convierten en artículos de colección. Una máscara utilizada en tales festivales se denomina como máscara «danzada». Estas máscaras pintadas hechas a mano, se fabrican típicamente con madera y pueden utilizar cuerdas, cuernos o dientes animales, o caucho de los neumáticos como ornamentos.
En África, especialmente centrados en el oeste de África, las máscaras también desempeñan un papel importante en las ceremonias tradicionales y danzas de teatro.[3] Todas las máscaras africanas caen en una de cuatro categorías: espíritus del antepasado, héroes mitológicos, la combinación del antepasado y el héroe, y los espíritus animales.
En Borneo, las tribus dajao vienen realizando hasta nuestros días el ritual de la máscara en el que atrapan al espíritu del arroz.
Las máscaras también pueden indicar el ideal de belleza femenina de una cultura. Las máscaras Punu de Gabón tienen las cejas muy arqueadas, los ojos casi almendrados y la barbilla estrecha. La franja en relieve que va desde ambos lados de la nariz hasta las orejas representa joyas. El peinado negro oscuro, remata la máscara. La blancura del rostro representa la blancura y la belleza del mundo de los espíritus. Sólo los hombres llevan las máscaras y ejecutan las danzas con zancos altos, a pesar de que las máscaras representan a las mujeres. Una de las más bellas representaciones de la belleza femenina es la Máscara de Idia de Benín, en el actual estado nigeriano de Edo. Se cree que fue encargada por un rey de Benín en memoria de su madre. Para honrar a su difunta madre, el rey llevaba la máscara en la cadera durante ceremonias especiales.[4]
Su uso es presente también en ritos de regeneración y culto a los muertos, porque también de ellos, de su posible regreso, protege la presencia de la máscara (desde Etruria, Italia hasta Teotihuacán, México).
También aparecen en ritos de iniciación; curar o producir enfermedades, expulsión de males, protección contra el infortunio y el dolor, protección de cosechas y llamar a su abundancia.
En Indonesia, el baile de máscaras es anterior a las influencias hindúes y budistas. Se cree que el uso de máscaras está relacionado con el culto a los antepasados, que consideraba a los bailarines intérpretes de los dioses. Las tribus nativas indonesias, como los dayak, tienen la danza enmascarada Hudoq, que representa a los espíritus de la naturaleza. En Java y Bali, la danza de máscaras se llama comúnmente topeng y demuestra influencias hindúes, ya que a menudo presenta epopeyas como el Ramayana y el Mahabharata. La historia nativa de Panji también es popular en el baile de máscaras topeng. Los estilos de danza topeng indonesios están muy extendidos, como topeng Bali, Cirebon, Betawi, Malang, Yogyakarta y Solo.
Las máscaras japonesas forman parte de una tradición teatral muy antigua y muy sofisticada y estilizada. Aunque sus raíces se remontan a mitos y cultos prehistóricos, han evolucionado hasta convertirse en refinadas formas artísticas. Las máscaras más antiguas son las gigaku. Esta forma ya no existe, y probablemente era un tipo de presentación de danza. A partir de ella se desarrolló el bugaku, una compleja danza-drama en la que se utilizaban máscaras con mandíbulas móviles.
Las máscaras nō o noh evolucionaron a partir de las gigaku y bugaku y son interpretadas íntegramente por hombres. Las máscaras se llevan durante representaciones muy largas y, por lo tanto, son muy ligeras. La máscara nō es el logro supremo de la fabricación de máscaras japonesas. Las máscaras nō representan a dioses, hombres, mujeres, locos y demonios, y cada categoría tiene muchas subdivisiones. Las kyōgen son farsas cortas con sus propias máscaras, y acompañan a las obras trágicas nō. El kabuki es el teatro del Japón moderno, enraizado en las formas más antiguas, pero en esta forma las máscaras se sustituyen por caras pintadas[5]
En el Libro de las Máscaras del anticuario y coleccionista Francesco Ficoroni se observan los diferentes tipos de máscaras que se usaban en el Teatro medieval así como las que se usaban en el arte funerario romano. En él se pueden ver 85 grabados de Cesare Mazzoni y Pomerade[6]
Las máscaras protectoras tienen las siguientes funciones:
Muchas máscaras tienen diversas funciones. Este tipo de máscaras normalmente son incluidas en las categorías de elementos de protección, tales como anteojos, cascos y viseras. A continuación se mencionan algunas de estas:
La máscara (schandenmaske en alemán) se utiliza para la humillación pública; una forma popular reducida son las orejas de burro colocados en los alumnos malos ('burros'), otras particularmente incómodas tales como la máscara de hierro, se usan como dispositivos para la tortura o el castigo corporal.
La «máscara viva» es un molde de yeso de un rostro, usado como modelo para realizar una pintura o una escultura.
Una «máscara de muerte» es igual a la «máscara viva» pero tomada del rostro de un modelo recientemente fallecido. Las máscaras de muerte eran muy populares en el mundo occidental durante los siglos XVIII y XIX. Ambos métodos pueden preservar un retrato realista tridimensional.
Una máscara facial (o simplemente facial) es una máscara temporal, no sólida, usada en cosmética o como terapia para el tratamiento de la piel.
Un antifaz es un velo o máscara con el que se cubre la cara, especialmente la parte de los ojos. Puede tener distintos tipos de decoración ya sea con diferentes tipos de materiales como por ejemplo papel, cartulina, etc.