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- ↑ Diccionario enciclopédico popular ilustrado Salvat (1906-1914)
- ↑ La historia de las últimas mujeres chinas de pies rotos. BBC News.
Pie
El pie es la porción terminal de una extremidad que lleva el peso del cuerpo y permite la locomoción y la retromoción. Es una estructura anatómica que se encuentra en muchos vertebrados.
En muchos animales con pies (en este caso denominados como patas), éste es un órgano independiente en la parte terminal de la pierna, y en general está compuesto por uno o más segmentos o huesos, incluyendo las zarpas, las pezuñas o las uñas.
El ser humano usa sus pies para la locomoción bípeda, haciendo posible la posición vertical y la liberación de los miembros superiores. En su concepto, constituye una bisagra con el suelo, siendo crucial, pero como estructura inferior a menudo resulta infravalorado. Anatómicamente, el pie y la mano humanas son variaciones de una misma estructura de cinco dígitos que es común a muchos otros vertebrados; es también una de las dos estructuras de huesos más complejas del cuerpo.
En un estudio antropométrico en 1997 en el Norte de América, con hombres adultos de raza caucásica y una edad media de 35,5 años, se encontró que la longitud del pie de los hombres era por término medio de 26,3 cm con una desviación estándar de 1,2 cm.[1]
El pie humano y el tobillo son una fuerte y compleja estructura mecánica que contiene 26 huesos, 33 articulaciones, y más de 100 músculos, ligamentos y tendones.
El pie se puede subdividir en tres partes: retropié, parte media y antepié.
La porción ósea del pie puede dividirse en tres partes:
La parte superior o dorsal del pie se llama empeine y la inferior planta. El pie se mueve, en relación con la pierna, con el auxilio de músculos extensores y flexores. Los primeros, que constituyen la pantorrilla, se insertan en la extremidad posterior del calcáneo por medio del tendón de Aquiles. Los segundos están situados delante de la pierna. Existen, además, músculos elevadores que hacen girar el pie hacia fuera o hacia dentro.
El pie humano está formado por tres arcos que constituyen una bóveda, dos arcos longitudinales y un arco transversal que están mantenidos por las formas entrelazadas de los huesos del pie, los ligamentos y los músculos. La ligera movilidad de los arcos cuando el peso se aplica y se retira del pie hace que el caminar y el correr sean más económicos en términos de energía.
El arco interno es el más largo y alto mientras que el arco externo tiene una longitud y altura menor a las del arco interno. Por último, el arco anterior cuyos puntos de apoyo son la cabeza del primer y quinto metatarsiano. La excesiva tensión en los tendones y ligamentos de los pies puede dar lugar a arcos caídos o pies planos. El arco externo se compone de posterior a anterior por: calcáneo, cuboides, quinto metatarsiano y la falange del quinto dedo. El interno lo forman astrágalo, escafoides, primera cuña, primer metatarsiano y falange del primer dedo.[2][3]
Los huesos que constituyen el pie se disponen en tres grupos principales:[3]
Los músculos que actúan sobre el pie se clasifican como músculos extrínsecos, los que se originan en la cara anterior, posterior o lateral de la pierna, y los músculos intrínsecos, que se originan en la cara dorsal o plantar del pie.[4]
Son todos aquellos músculos que se originan en la pierna y se unen a los huesos del pie. La tibia y el peroné y la membrana interósea separan estos músculos en grupos anteriores y posteriores, a su vez, se subdividen en subgrupos y capas.
Pueden dividirse en dos grupos: músculos de la planta del pie y músculos del dorso del pie.
Los músculos de la planta del pie los podemos dividir en 3 planos: profundo, medio y superficial.
Los músculos intrínsecos del dorso del pie son únicamente dos:[6]
Se conoce como bóveda plantar el conjunto arquitectónico que forman los elementos óseos y ligamentosos del pie. Conforman una bóveda elástica que le permite adaptarse a las irregularidades del terreno y actuando como amortiguador en la marcha. Esto se debe a que sólo algunas zonas de los huesos del tarso y metatarso están en contacto con la superficie, por lo que forman una bóveda de forma triangular.
El peso que soporta el pie se transmite desde la articulación tibiotarsiana en tres direcciones hacia los puntos de apoyo de la bóveda plantar, mientras que los arcos antes descritos se aplanan y se elongan. Los puntos de apoyo de la bóveda plantar son tres, pero el peso no se reparte de forma equitativa entre cada uno de ellos.
La bóveda, a su vez, está sostenida por tres arcos. La curvatura de estos tres arcos es mantenida por ligamentos y músculos, lo que impide la separación de los huesos. Los arcos y los elementos que los constituyen son:
Las arterias que irrigan al pie son:
Las venas que recogen la sangre del pie son:
Ambas venas se interconectan formando un arco venoso dorsal.[8]
La inervación del pie procede principalmente del nervio tibial y nervio peroneo común, ramas del nervio ciático. También del nervio femoral.
La principal es la función de soporte, nos permiten desplazarnos de forma bípeda, aguantar el peso del cuerpo, absorben el impacto constante y además trasladan la fuerza de rotación que se produce por la cadera. El desarrollo de estas funciones se lleva a cabo gracias al trabajo conjunto de los músculos, articulaciones y huesos de los pies. Si alguno de estos componentes falla el resto se verán afectados.
Los pies gestionan los contactos estáticos y dinámicos del cuerpo con el suelo. Por ello, distinguimos entre estos aspectos.
Posición de referencia: aquella en la que la planta del pie es perpendicular al eje de la pierna. A partir de esta posición podemos describir los distintos movimientos del pie:[10]
La extremidad inferior, está destinada a las labores vitales de carga de peso y deambulación. Para llevar a cabo el estudio de la marcha, debemos hacer una breve referencia histórica del hombre y su supervivencia.
El primer dato o referencia, lo encontramos en una inscripción en una tumba Egipcia, datado del año 2380 a. C.
La locomoción incluye “movilidad animada e inanimada”. La marcha bípeda proporciona las ventajas evolutivas de una elevación relativa de los ojos y otros órganos sensoriales y la libertad de las extremidades para “evolucionar y desarrollar” las habilidades manuales.
El ciclo normal de la marcha consta de 4 fases:[13]
En estas fases intervienen dos importantes factores: la gravedad y el rozamiento con el suelo. La ausencia de la gravedad impide la marcha. Por otra parte si el coeficiente de rozamiento es muy bajo o nulo, el pie resbala.[15]
Se distinguen tres tipos:
La pisada puede evaluarse de dos formas: estática y dinámica. La forma estática corresponde a la huella plantar en la posición anatómica y la dinámica al análisis del pie en movimiento.
Hay tres tipos de pisada: pronadora, neutra y supinadora.
Las deformidades del pie se pueden clasificar en dos grandes grupos:
Algunas de las deformidades más frecuentes son las siguientes:
Es frecuente que estas alteraciones aparezcan combinadas, por ejemplo en el pie plano-valgo o en el equino-varo.[16]
Se caracteriza porque la altura de la bóveda plantar es excesiva. Para el adecuado diagnóstico de esta anomalía se utiliza el estudio de la huella plantar. El pie cavo se caracteriza por una prominencia convexa en el borde externo del pie y un aumento de la profundidad de la curva del arco interno, pudiendo llegar a alcanzar el arco externo y dividir la huella plantar en dos.[10]
El pie cavo se divide en dos grupos, el pie cavo fisiológico, también llamado idiopático, que es el más usual, y el pie cavo patológico que es secundario a otra enfermedad, con frecuencia de tipo neurológico o congénita.[10]
El pie plano consiste en la pérdida de altura de la bóveda plantar normal, lo que provoca un aumento en la superficie de contacto del pie con el suelo. Puede diagnosticarse simplemente observando el pie, en el que se comprueba la desaparición del arco interno, o mediante huellas plantares u otras técnicas. Según la gravedad de la afección puede clasificarse en distintos grados, el grado I se considera incluido dentro de la normalidad, en cambio en el grado IV la sintomatología es muy importante.
Puede dividirse en dos grupos principales:
El pie plano se asocia a otras alteraciones, el retropié presenta una deformidad en valgo y el antepié se encuentra en abducción.[17]
Por regla general, y con contadas excepciones, se deberán tratar solo los pies planos que producen síntomas dolorosos. En principio se podrá usar plantillas de descarga, si con estas no es suficiente para permitir una marcha normal e indolora, se requerirá una intervención quirúrgica que consiste básicamente en el restablecimiento de la forma del pie con o sin fusión (artrodesis) de la articulaciones alteradas. Una última consideración sobre el uso de plantillas, es que su finalidad no es la de restablecer una forma normal del pie, si no la de evitar el dolor. En muchas ocasiones el médico las prescribe a niños con pies planos más que para evitar una evolución a pie plano del adulto (ya que está demostrado que son inútiles para este fin) para evitar la ansiedad de algunos padres que piensan que no se está haciendo nada para tratar la deformidad de su hijo. En todos los casos se aconseja evitar la obesidad y el uso de calzado cómodo.
Es una alteración congénita del pie en la que este se encuentra en posición equino-varo de talón, aducto, supinado del antepié.
Es idiopática, es decir que no se puede encontrar la causa o que ésta es desconocida. Es más frecuente en los niños en una proporción 2:1 y la afectación es bilateral en un 50 % de los casos. Puede presentarse como malformación aislada o asociada a otros procesos malformativos,(espina bífida, enanismo acondroplásico) enfermedades neuromusculares (artrogriposis) o anomalías cromosómicas. En los casos asociados, el pronóstico suele ser peor, son pies más rígidos y requieren tratamiento quirúrgico y fisioterapia intensiva.
Los desequilibrios del arco anterior pueden ser de diferentes tipos. A continuación se detallan las distintas posibilidades.
Principalmente las alteraciones que se producen en la parte posterior del pie son:
La medición de la distribución de la presión plantar es útil para el diagnóstico de enfermedades del pie, en la evaluación de la deformación del pie, en el seguimiento de tratamientos protésicos, en la evaluación funcional del pie prequirúrgica y posquirúrgica, en la medicina deportiva y la evaluación de plantillas, entre otros.
Las características de los pies varían de un animal a otro. Muchos vertebrados que tienen piernas también poseen pies situados en su extremo inferior. Para estos animales, el pie es una compleja estructura de huesos, músculos y otros tejidos conectivos.
El pie que más se acerca al del pie humano en la escala animal es el de los mamíferos, pero es menos ancho, menos largo y forma más saliente por detrás, excepto los cuadrumanos y los mamíferos marinos. Entre los carnívoros, los osos y otros animales semejantes tienen la planta del pie particularmente desarrollada, que es de donde viene la antigua distinción entre animales plantígrados y digitígrados.
En los animales esencialmente andadores o que deben soportar una masa considerable, los dedos disminuyen en número y longitud. Así, se ve que:
En las aves, la mitad del tarso está soldada con la tibia y la otra con el metatarso. Estos animales solo apoyan en el suelo las falanges.[23]
Desde el punto de vista cultural existen prácticas sexuales enfocadas en el pie llamadas podofilia o fetichismo de pies y centradas en su mayoría en los pies femeninos.
Ejemplo de ello en la cultura occidental es el tacón alto y en culturas orientales el vendado de pies.
Sendas tendencias provocan problemas físicos tanto a nivel de los propios pies como el resto del cuerpo:
Fase de contacto: comienza con el apoyo del calcáneo en el suelo. A continuación, existe una fase de pronación del pie para absorber de forma elástica el choque. Cuando caminas o corres, la pronación ayuda a suavizar el impacto del contacto inicial. Sin la pronación, todo el impacto de cada paso sería transmitido a la parte superior de las piernas y se afectaría la mecánica normal de las extremidades inferiores. Además de actuar de amortiguador de impactos, la pronación también ayuda al pie a “reconocer” sobre qué tipo de superficie estamos, ajustando y estabilizando el pie al tipo de terreno. Esta fase de contacto puede producirse gracias a la contracción excéntrica del extensor largo de los dedos y del tibial anterior.
Fase de apoyo medio: con el retropié totalmente pronado, los metatarsianos golpean el suelo. El centro de gravedad del cuerpo pasa desde atrás a lo largo del pie. Durante esta fase se produce la supinación de la articulación subastragalina, transformando el pie en una palanca rígida. El peso del cuerpo pasa por el mediopié cuando el tobillo se encuentra en dorsiflexión máxima, sometiendo al complejo gastronemio-sóleo a su máxima carga.
Propulsión: el peso del cuerpo se va desplazando hacia delante hacia las cabezas de los metatarsianos y empieza el despegue del talón.
Balanceo: es la última fase del ciclo de la marcha. Se mantiene la dorsiflexión del pie para que los dedos no golpeen el suelo y la supinación para posicionar el pie para el contacto del calcáneo con el suelo y la repetición del ciclo.[14]
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